La Cofradía cuenta con una capilla en propiedad para el culto a su Titular, Jesús Nazareno, que preside un monumental retablo barroco en el que también se sitúan otras imágenes marrajas.
Ubicada junto a la iglesia castrense de Santo Domingo, y con acceso directo desde la calle Mayor, la capilla acoge diversos actos de culto de la cofradía Y sus agrupaciones y constituye en sí misma, una de las mayores joyas de la arquitectura religiosa de la ciudad de Cartagena.
Aunque su adquisición tuvo lugar a mediados del siglo XVII, la ampliación y configuración definitiva tuvieron lugar en los años iniciales del siglo XVIII. Tras la desaparición en el contexto de la Guerra Civil de mayor parte de las imágenes que albergaba, hoy es posible contemplar en su interior las que componen el patrimonio artístico y devocional de los marrajos, en el que destaca de forma notable la obra del escultor José Capuz.
Historia
En el año 1642, la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno adquirió en propiedad una capilla situada en la iglesia del convento de los dominicos en Cartagena con un coste de 700 reales. La Orden de Predicadores se había establecido en la ciudad en 1580, y ese mismo año comenzó la construcción de una iglesia que, con los años, se iría ampliando hasta alcanzar las dimensiones que hoy conocemos.
En aquel tiempo, y junto a su acceso desde la calle Mayor, se ubicaba la primitiva capilla de la cofradía, situadas en el lado de la Epístola de la antigua iglesia conventual, en la misma ubicación que ocupa hoy, aunque en un espacio más reducido.
Las excavaciones que tuvieron lugar en 2006 pusieron al descubierto las dimensiones iniciales de la capilla, cuyo fondo era de poco más de dos metros, suficientes para albergar el retablo en el que se dispondría la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno y para ubicar bajo la misma una cripta abovedada en la que tendrían lugar las más antiguas sepulturas de la cofradía.
Poco después de la adquisición de la capilla por los marrajos del XVII, Cartagena quedó diezmada de forma considerable en su población por las epidemias (principalmente la de peste de 1648) y por el reclutamiento de un buen número de jóvenes para engrosar las filas de los ejércitos que participaron en la Guerra de los Treinta Años. Unos hechos que dejaron sin actividad a la cofradía hasta que, pocos años más tarde, en 1663 volvió a obtener la bendición episcopal para desarrollar su tarea, incrementada a partir de ese año con la organización de las procesiones de Viernes Santo.
La necesidad de ubicar, en consecuencia, a un mayor número de imágenes así como la de dar sepultura al creciente número de hermanos que integraron la cofradía a partir de estos momentos llevaron a ésta a ampliar la capilla, lo que pudieron hacer mediante la compra en 1695 del terreno colindante con la misma a Dª Julia Pereti, viuda de Hércules Peragolo, mediante el pago de 9.000 reales.
La nueva capilla, que ya alcanzaba sus dimensiones actuales, se construyó sobre dos grandes criptas abovedadas perpendiculares a la ya existente y en la misma se dispuso un monumental retablo barroco. Finalizada la construcción de éste, la bendición y apertura de la capilla tuvo lugar el 6 de enero de 1732.
En ella se celebraron con normalidad los cultos de la cofradía hasta ya entrado el siglo XIX, que trajo consigo numerosos cambios en la dinámica cotidiana de la cofradía y en su capilla.
De un lado, dejaron de realizarse enterramientos en ésta, toda vez que desde el reinado de Carlos III se había tratado de sustituir los enterramientos en iglesias por los realizados en cementerios. Además, en 1829 un terremoto derribó el campanario de la capilla, que no sería reemplazado. Pero el más llamativo de los cambios fue el provocado por la Desamortización, que despojó a la Orden de los Dominicos de la propiedad del convento y la iglesia del mismo, subsistiendo desde 1835 únicamente al culto la capilla de la cofradía por ser de su propiedad, quedando, eso sí, limitado su acceso al que directamente tenía desde la calle Mayor.
Subsistió en cualquier caso a las dificultades, hasta que en 1880 el templo de Santo Domingo volvió a abrir al culto como parroquia castrense, tras una completa reconstrucción dirigida por el ingeniero Salvador de Torres.
Durante la Guerra Civil, el templo de Santo Domingo fue utilizado como almacén, si bien y a diferencia de otras iglesias cartageneras no sufrió daños considerables en su interior, salvo la desaparición de la casi totalidad de las imágenes que albergaba, entre ellas casi todas las de la Cofradía.
En 1974, y dentro del proceso de reformas que tuvieron lugar en la iglesia de Santo Domingo, y en consonacia con éstas, la capilla adquirió su actual aspecto, al ser modificado el pavimento de la misma, y reformado el altar de acuerdo con las disposiciones del Concilio Vaticano II.
El último de los cambios notables en su interior fue la restauración pormenorizada del retablo en 1987.
Patrimonio en la capilla
La capilla con un espacio de 97 metros cuadrados de planta cuadrada, rematada por una cúpula barroca, construída sobre pechinas en las que aparecen representados los "Profetas Mayores" del Antiguo Testamento: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel.
Se accede a ella desde el interior de la parroquia castrense de Santo Domingo a través de una reja de hierro forjado o directamente desde la calle, a través de una antigua puerta de madera procedente de la Catedral Antigua de Cartagena.
El retablo barroco que preside la capilla finalizó su construcción en 1731. Construido en torno a un camarín central en el que se sitúa la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, destaca en él la ausencia de columnas y la presencia de cuatro hornacinas en torno al espacio central. No se conoce su autor, aunque se han encontrado similitudes con la obra realizada por Nicolás de Rueda. En la parte superior hay tres pinturas que representan un Calvario, la Crucifixión y el Descendimiento, atribuídas a Manuel Sánchez (1691-1767), aunque recientemente se ha cuestionado que respondan a una única autoría.
Las imágenes que se encuentran al culto en la capilla son las siguientes:
También es posible contemplar en la capilla la antigua Cruz Procesional del convento dominicio (siglo XVI), el elemento más antiguo que participa cada año en la Semana Santa cartagenera, abriendo todas las procesiones de la Cofradía marraja.